Kilómetros
aproximados: 370.
Aunque no teníamos
incluido el desayuno, como era un precio razonable (7’20 € por persona),
decidimos desayunar en el hotel para adelantar tiempo; tras el check-out, a las 8’45
ya estábamos en el metro.
Teníamos que recoger el
coche en las inmediaciones de la Estación Central, para llegar allí teníamos 4 paradas
de metro con trasbordo en Garibaldi. Lo contratamos en Autoeurope y teníamos
que recogerlo en Locauto que no estaba en la misma estación, sino en Via
Giovanni Battista Pirelli.
Llegamos allí y
comenzamos con los papeles, habíamos contratado el seguro “Extended Cover” que
cubre prácticamente todo, pero todavía nos quedaba algo por cubrir que nos
ofertaron allí, y que era el servicio de grúa, nos salía por 26 € para todo el
periodo de alquiler, así que dijimos que sí, vaya que se nos fuera a estropear
en Alemania y no lo pudiéramos devolver a Italia.
En la oficina había un
chico que hablaba bastante bien en español, lo cual ayudó a que todos los
trámites fueran muy rápidos. Cuando te dan el coche, revisas con ellos los
arañazos en un parte que tienen en una tablet, firmas allí la conformidad y ese
mismo informe te lo mandan a tu mail en ese momento; pero claro nosotros no
teníamos datos y no lo veríamos hasta la noche.
Sobre las 9’30 ya
salíamos con nuestro coche, un Golf como habíamos solicitado (y no el similar
que suele ser lo habitual), y que era diesel, algo que nos vendría bien para
ahorrar un poco en gasolina. Como en las vacaciones de febrero en Gran Canaria
ya nos dieron un Golf, ya estábamos familiarizados con él.
Salir de la ciudad, como
suele ser normal, es un poco caótico, a esas horas había bastante tráfico, pero
con las indicaciones del GPS, por lo menos salimos bastante directos; por
delante teníamos 4 horas de viaje, que se acabarían convirtiendo en 5, más o
menos.
Cuando ya estábamos fuera
de la ciudad, el GPS nos jugó una mala pasada y cambió de dirección, algo muy
raro que no ha hecho nunca, porque nos iba indicando un camino, y de repente
dijo “coja este desvío” y fue imposible cogerlo, porque ya estábamos pasándolo.
Ello hizo que acabáramos en otra carretera que tenía todavía más atasco
(calculamos que con este desvío perderíamos 20-30 minutos). Con el atasco que
había, para salir de una autovía a otra, nos metimos un poco con calzador y un camión
nos pitó porque no le gustó nuestra maniobra, aunque tampoco hicimos nada que no hagan ellos, pero es que ya no queríamos perder otro
desvío. Pasamos dos tramos de autopista, uno de 3’00 € y otro de 2’20 €.
Entramos a SUIZA por Chiaso,
y lo primero que había que hacer era comprar la viñeta en la misma frontera,
dejamos el coche aparcado y fuimos a comprarla, no había nadie en cola, así que
pagamos los 40 € (valida durante todo el 2016, no hay otra viñeta), y volvimos
al coche. Como no vimos las instrucciones de donde hay que pegarla, la pegamos
mal, y la pusimos en el único sitio que dice en las instrucciones que no la
pegues (delante del copiloto); hay que pegarla delante del conductor, o bajo el
espejo; pero vamos, que tampoco nos dijeron nada al pasar la frontera.
El paisaje que te
acompaña todo el rato es espectacular, hicimos una parada simplemente para ir
al baño y estirar las piernas; el viaje por carreteras suizas fue bastante más
tranquilo que por carreteras italianas.
Al salir de Suiza y
entrar en AUSTRIA, aunque íbamos a circular 30 escasos kilómetros por autovías,
había que comprar otra viñeta, no queríamos arriesgarnos a tener algún problema.
Nosotros ya habíamos localizado donde podíamos comprarla, pero de todas formas,
nada más entrar en territorio austriaco, te iba indicando la gasolinera donde la
puedes comprar, en nuestro caso fue una Eni; esta por lo menos salió más barata,
8’80 € válida para 10 días.
Y en nada estábamos ya en
ALEMANIA, lo primero que hicimos fue ir a buscar la plakette, donde nos llevó
el GPS era un polígono industrial y no veíamos nada, así que Alfredo cogió el
móvil con la captura del logo de TÜV-SÜD que habíamos hecho, le preguntó a un
camionero, y nos indicó que lo teníamos justo a nuestros espaldas, eso sí, un
poco escondido.
Cogimos la poca
documentación que lleva el coche y entramos en la oficina, el chico, miro algo en el ordenador,
y salió a ver el coche; como era un tema ecológico y el coche era diesel, pensábamos
que nos podía salir cara, pero se ve que al ser un coche nuevo no, nos cobró 5
€ y salimos tan felices con nuestra pegatina (lleva el número de matrícula impreso).
Y por fin, misión
cumplida, ya teníamos nuestras 3 pegatinas, y nos podíamos olvidar de este tema.
Pusimos destino al LAGO
CONSTANZA (BONDSEE en alemán), que tiene frontera con Suiza, Austria y
Alemania, la zona por donde nosotros nos íbamos a mover era sólo en la alemana,
y pertenecía a los estados de Baviera y Baden-Wurtemberg.
En un momento llegamos a LINDAU, cruzamos el puente que la
separa de tierra firme y fuimos directos al parking de Tierschstrasse, que
aunque está al final de la isla está muy muy cerca del centro.
Rápidamente a comer, que con
tanta pegatina, ya se había hecho un poco tarde, fuimos recorriendo la calle
principal, y algunos sitios ya estaban cerrados, menos mal que al llegar hacia
el final encontramos uno abierto, Gasthaus Zum Sünfzen,
no nos complicamos mucho y pedimos dos wiener schnitzel (cerdo empanado) que
junto las bebidas, costó 33 €, normalito pero bien.
Tras la comida, volvimos
a pasear tranquilamente por su calle principal Maximiliamstrasse, y paramos un rato a admirar el ALTES RATHAUS, que es el antiguo Ayuntamiento
construido en el siglo XV, pero fue en 1930 cuando su fachada fue renovada y
pintada.
Luego ya salimos hacía la
zona del paseo que da al lago, se estaba bien, pero si te daba el sol quemaba
bastante, la verdad es que nos esperábamos algo menos de calor. Hicimos una
paradita y nos tomamos un heladito, nos sorprendió su precio, los cucuruchos de
una bola 1 €, y estaban buenos; precio que fue el habitual en todo el país.
Nos entretuvimos haciendo
fotos del MANGTURM, esta torre de 20
metros de altura fue un antiguo faro, que formaba parte de las fortificaciones
medievales construidas en el siglo XII para defender la ciudad.
Lo que más destaca de esta
ciudad, es la entrada al puerto flanqueada por LINDAUER HAFENINFAHRT y BAYERISCHER
LÖWE, este faro de 36 metros de altura tiene enfrente al León de Baviera de
6 metros de altura, en cuya base está su año de construcción en números romanos
(1856); al faro se puede subir por una escalera de 139 escalones, aunque
nosotros no subimos. Es posiblemente el puerto más bonito del lago.
Sobre las 5 y algo dimos por
finalizada la visita a Lindau, aunque fue una visita breve, el paseo nos llevó
una hora y algo, es tiempo suficiente para hacer una visita a está bonita
ciudad, que nos gustó mucho. Volvimos al parking (3’30 €) y pusimos rumbo a Meersburg,
donde íbamos a pasar dos noches; había bastante tráfico y todavía nos quedaba cerca
de 1 hora para llegar.
Nuestra idea inicial era
ir directos al hotel, ya que habíamos reservado plaza de parking, pero al
llegar, vimos una señal que indicaba centro cortado al tráfico, así que seguimos
por la carretera y nos metimos en un parking de hora; mientras pensábamos, al
fondo divisamos un parking, y allí que se fue Alfredo; que con su inglés y el alemán
del señor parking (no hablaba nada de inglés), pactaron 10 € para dos días, y ya
nos dio la tarjeta de salida; el parking del hotel que no sabemos cuál era, nos
hubiera costado 4 € euros más.
Así que cogimos las
maletas y fuimos al Flair Hotel Zum Schiff,
estaba muy cerca, un par de minutos andando, muy bien situado junto al lago; hicimos el check-in, pedimos la
clave del Wifi y subimos. En la habitación daba el sol y hacía muuuuucho calor,
no se podía ni estar. Intentamos conectarnos al Wifi para comunicarnos con la
familia, pero no pudimos ni con un móvil ni con el otro; así que entre el calor
y no poder conectarnos, decidimos salir a la calle.
La temperatura en la
calle era muy agradable, dimos una vuelta por el centro de MEERSBURG, que es muy pequeño, se notaba que era más tranquilo que
Lindau.
Tras el paseíto decidimos
tomarnos nuestra primera cerveza alemana, en Weinhaus Hanser.
Luego aunque ya se iba acercando la hora
de cenar, y mientras pensábamos que cenar, dimos una vuelta por las tranquilas calles, recorriéndolas sin apenas gente.
Como habíamos comido tarde no había mucha hambre, pero no queríamos dejarlo para muy tarde, por si cerraban. Nos decidimos por Café Venezia, y nos pedimos un par de pizzas pequeñas, ya imaginábamos que serían precocinadas, pero fueron bastante bastante flojas; junto con las bebidas y la copa de helado que se pidió Alfredo, nos salió por 21 €.
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Como habíamos comido tarde no había mucha hambre, pero no queríamos dejarlo para muy tarde, por si cerraban. Nos decidimos por Café Venezia, y nos pedimos un par de pizzas pequeñas, ya imaginábamos que serían precocinadas, pero fueron bastante bastante flojas; junto con las bebidas y la copa de helado que se pidió Alfredo, nos salió por 21 €.
Tras la cena, nos quedamos un rato admirando el lago, con las últimas luces del atardecer tan bonitas y la tranquilidad que había a esas horas.
Regresamos al hotel y al subir a la habitación lo primero que hicimos fue intentar conectarnos al Wifi y como no pudimos con ninguno de los dos móviles, bajamos a recepción a ver que pasaba, pero como la chica se estaba yendo, nos dijo que mañana, y allí nos dejó. La verdad que eso estuvo bastante feo, porque si al hacer el check-in le pedimos la clave, será porque lo vamos a usar, así que si no funcionaba por algo, por lo menos podía habernos avisado.
En la habitación como habíamos dejado las ventanas abiertas para que refrescara algo, entraron un montón de mosquitos, así que con paciencia los fuimos matando con una toalla. Luego nos pusimos a ver algo en la tablet, pero algo cansados a las 11 nos fuimos a dormir.
En la habitación como habíamos dejado las ventanas abiertas para que refrescara algo, entraron un montón de mosquitos, así que con paciencia los fuimos matando con una toalla. Luego nos pusimos a ver algo en la tablet, pero algo cansados a las 11 nos fuimos a dormir.
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