Kilómetros
aproximados: 95.
Desayunamos, cargamos
maletas en el coche e hicimos el check-out, les preguntamos si podíamos dejar
el coche aparcado en la puerta, a lo que no pusieron ningún problema. Así que poco
antes de las 9 estábamos entrando en las cataratas, fuimos por el caminito que
hay saliendo del hotel, pasamos por una barrera que estaba abierta y en la
caseta no había nadie, así que como imaginábamos, fuera de las horas de “apertura”
que eran de 9 a 18 o algo así, se puede entrar gratis.
Las TRIBERGER WASSERFÄLLE son unas cascadas del río Gutach, con una
altura de 163 metros a lo largo de 7 cascadas, y según parece son unas de las
más altas del país. Hay varios aparcamientos y varios senderos, pero nosotros
simplemente subimos para ver la cascada desde arriba, el camino es con bastante
pendiente, pero asfaltado, así que bien; cuando llegamos no había nadie en ese
momento y durante el recorrido apenas nos cruzamos con gente, nos llevó poco
más de una hora; nos gustaron mucho. Al salir sí que había una persona en la taquilla; creo que la entrada eran 4 €.
Tras la visita a las
cataratas volvimos al hotel a recoger el coche y a continuar la ruta, de camino
al siguiente pueblo paramos para admirar el paisaje y aprovechamos para hacerle
la foto al coche.
En menos de una hora llegamos
a SANKT PETER, donde visitamos
BAROCKKIRCHE, una bonita iglesia barroca de fachada gótica; aunque nuestra
intención y lo que nos había llevado hasta allí, era la visita de la
ROKOKOBIBLIOTHECK, esta biblioteca rococó tiene unos horarios muy restringidos,
y ese día estaba abierta, pero aunque vimos unos carteles que logramos traducir,
fuimos incapaces de encontrar ni la taquilla, ni la entrada, ni nada, incluso preguntamos,
pero no nos entendimos.
Así que tras visitar la
iglesia, dimos una vueltecilla y nos fuimos, por lo menos la carretera para
llegar aquí era bonita, eso sí al ser domingo tenía bastante tráfico, con coches,
motos, bicis, caravanas, muy variado.
Luego en menos de media hora llegamos a BREITNAU, había muchísima gente, pensábamos que no podríamos ni aparcar; aquí íbamos a ver otro gran reloj de cuco, es bastante bonito y en este salen unos muñequitos bailando una canción que deber bastante conocida por aquí, porque alguno que otro la cantaba.
Hacía mucho calor a esas
horas, y aunque nuestra idea era visitar el reloj e irnos a comer a Titisee que
estaba muy cerca, no habíamos pensado que era un domingo soleado, con lo que las
carreteras de llegada al lago estaban con mucha retención de tráfico.
Así que decidimos comer
aquí para ver si mientras pasaba un poco el tráfico, pero no
habían muchas opciones para comer, nosotros solo vimos un restaurante que era
bastante caro y otro lugar que fue el que elegimos, pero la verdad es que tenía
poco para elegir; nos decantamos por una pasta con queso que es típica en la
cocina de algunas zonas de Alemania y Austria (käsespätzle), que no vamos a
decir que estaba mala pero bastante insípida y empachaba bastante, con las
bebidas costó 18 €, por lo menos fue barato.
Pusimos rumbo a Titisee,
la visita era opcional, pero desde luego teníamos que ir hasta allí, para
llegar a nuestro alojamiento de ese día; no pillamos mucha retención, en
realidad todo venia porque la carretera era de dos carriles y pasaba a uno.
Una vez en Titisee,
pensamos que ya que estábamos aquí y como no íbamos ya a hacer mucho más ese
día, sí encontrábamos parking, cosa que nos costó, pues daríamos una vuelta;
eso sí aparcamos a casi 15 minutos andando del centro.
Para mi TITISEE es como una versión reducida de
Benidorm, y con un lago en vez de playa, había gente por todas partes, y
pensamos que lo mejor que podíamos hacer era dar una vuelta en barco, cuando
vimos uno que lleva techito ni lo pensamos. El paseo fueron 30 minutos,
bastante agradable y como teníamos sombra, con la brisita se estaba bastante
bien, porque a esas horas la calina era considerable. Precio: 5 €.
Luego hicimos alguna foto
más y ya nos fuimos porque pensamos que por allí tampoco había mucho que hacer
y con tanta gente y el sol abrasador, tampoco apetecía hacer nada; así que
volvimos al parking (3 €) y ya nos fuimos.
Hasta nuestro alojamiento
fueron 10 minutos, el Schlehdorns Seehof se encuentra junto a un
laguito muy pequeño, WINDGFÄLLWEIHER,
un bucólico lago, pero al ser domingo aquello estaba lleno de gente, con coches
encima de las aceras, gente cruzando por todas partes, pensábamos que no íbamos
poder aparcar ni en nuestro hotel, pero milagrosamente había un sitio.
Cogimos las cosas,
hicimos el chek-in y descansamos un rato, por lo menos aunque hacía bastante
calor, en la habitación se estaba muy bien, además esta vez elegimos una
habitación con vistas al lago, que además tenía una bonita terraza.
Tras descansar un ratillo
en la habitación, nuestra idea era dar una vuelta por el lago, pero todavía
había bastante gente y hacía mucho calor, así que decidimos tomarnos una radler
en la terraza del hotel, eso sí, menos fría de lo que nos gusta, pero es lo que
hay, por lo menos a la sombrita se estaba bastante bien.
Aquí para cenar o te
ciñes a los horarios del restaurante, que creo que cerraba a las 8, o coges el
coche y te vas; algo que ya sabíamos cuando reservamos. Así que poco más de las
6’30 nos cenamos un buen solomillo al fuego, que te vas haciendo tú mismo; a
este plato le habíamos echado el ojo en su web, y cuando lo pedimos nos decían
que no, así que llamamos al jefe y nos dijo que en terraza no, que eso tenía
que ser dentro por el fuego. Así que a media tarde, cuando para nosotros es
hora de merendar nos metimos entre pecho y espalda un solomillo que estaba muy
bueno; eso sí, menuda idea con el calorcillo, pero como veníamos con el antojo,
pues adelante; todas las cervezas y los solomillos costaron 55 €.
Luego salimos a dar un
paseo bordeando el lago, pero nos decepcionó un poco porque durante un rato vas
por al lado de las vías y otro rato cerca de la carretera, además en algunos
tramos te alejas del lago, pero también cruzamos un bosquecillo, hacia el final
del paseo se iba notando que estaba bajando el sol.
Al volver al hotel como
todavía estaban por allí cerrando el restaurante, pedimos unas cervezas y nos
las subimos a la habitación, nos sentamos en la terraza, y las disfrutamos
mucho, observando la tranquilidad del lago, a esas horas ya no había nadie, más
que los que estaban alojados en el hotel; no estaba mal este lugar para ponerle
broche a nuestra última noche en la Selva Negra.
Luego refrescó y ya se
hizo casi de noche por completo y nos metimos dentro de la habitación, estuvimos
viendo la final de la Eurocopa, en la que Portugal ganó a Francia, y después ya
a dormir; mañana todavía nos quedaban cosas por visita en la Selva Negra.
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